Hola de nuevo, luchadoras y compañeras en la aventura de la infertilidad:
Inauguramos sección dentro del blog: FertiFlashBack. Voy a contaros en ella algunas anécdotas que me han pasado en estos años atrás.
Y aquí va la primera:
Andaba entonces, cual pipiola, en mi primer ciclo de estimulación (el primero que acabó en punción, porque el anterior se había cancelado). Acudía regularmente a consulta y mi ginecóloga iba contando folículos y midiéndolos… y ajustando mi medicación en consonancia.
Se acercaba el día de la punción y mis folis aún estaban pequeñitos. Mi ginecóloga de entonces, que es un amor de chica, andaba preocupada y me pidió que volviera al día siguiente a ver si ya habían crecido. Me subió la dosis de Gonal y miró en su ordenador para darme cita.
– Yo mañana no estoy aquí, porque es sábado.
Sus ojillos, refulgentes pensando en el fin de semana, y yo acongojada perdida a ver quién la sustituía.
– ¿Te parece bien mañana a última hora con el Dr. M? (Vamos a llamarle M, para proteger su privacidad 😉)
La miré con carita de pena… ¿Quién era el Dr. M? Y ella lo leyó en mis ojos y me vendió, convenientemente, a aquel buen hombre.
– Es muy buena persona y muy simpático… Te va encantar. Todas las mujeres quieren ir con él.
A ver, chicas, que te dicen eso y te imaginas a un George Clooney jovencito entrando por la puerta… Pero, no, no quería decir eso. Simpático no significa buenorro. Ahí lo aprendí, Nahikari 😉
Ese día me puse toda mi medicación y al día siguiente a última hora, ahí estaba yo… en la sala de espera de mi clínica esperando al George Clooney. La espera fue larga y a mí se me hizo aún más. Cuando por fin me llamaron, abro la puerta de la consulta y me encuentro a un abuelete de pelo canoso, ya próximo a la jubilación… muy simpático, sí. No lo voy a negar, que algo tenía que tener el buen hombre.
Voy a reconocer también, que el Dr. M es un profesional como la copa de un pino. Me hizo mi ecografía, me explicó cosas que no me había contado nunca nadie. Y me adivinó, cual Aramís Fuster, algunos datos íntimos que no vienen al caso. Me dejó con la boca abierta.
Luego puso cara de circunstancia y me dijo:
– A los folículos aún le falta un poquito. Podríamos seguir con las subcutáneas, pero yo creo que mejor, intramuscular… y así mañana ya están. Te vienes el lunes, te vemos y programamos la punción.
Yo estaba feliz, ese hombre estaba solucionando mi vida. Pero en mi mente chirriaba la palabra «intramuscular».
– 🙋🏻♀️ Una cosita, Dr. M… Yo, intramuscular… No me he puesto nunca nada.
– No te preocupes, porque vienes y la enfermera…
¡Qué felicidad me estaba entrando por el cuerpo! Hasta que…
– ¿Tú, el Gonal, te lo pones por la noche, no?
En este momento, mi cara de circunstancias lo decía todo.
-Uff, mañana es domingo, si fuera por la mañana… Pero la clínica está cerrada a esa hora.
No sé si os lo he dicho, pero yo seguía en el potro de tortura, despatarrada y escuchando aquello. Los sudores y la cara blanca hablaron por mí.
– No te preocupes, hija, que esto tiene solución. Ve a vestirte que yo le voy explicando a tu marido.
Yo soy muy obediente, pero no, sorda. Desde el baño escuchaba que le decía: «¿Tú has puesto alguna inyección alguna vez en tu vida?»
Vale, ahora me río pero entonces no. La sangre abandonó mi rostro y todo mi cuerpo. Sí, mi mariduchi me había pinchado las subcutáneas, pero de ahí a una intramuscular iba un mundo.
Y salgo, y me veo al Dr. M con una jeringuilla en la mano tamaño XL y aguja XXL. Chicas, que sí que las hay más grandes, pero hasta ahora yo no había visto una así de cerca desde que iba a vacunarme en mi más tierna infancia.
Y lo veo que me coge por el brazo y me dice:
– Ponte de espaldas, mirando a la pared. (Suena fatal, pero no había dolo ni mala fe…)
-Bájate el pantalón y las braguitas un poco.
Ahí, miré a mi marido con desconfianza. Pero como no lo vi preocupado, obedecí.
Y empieza a dirigirse a mi marido:
– Tú divide el cachete derecho en cuatro cuadrantes. El superior derecho, lo divides de nuevo, haces la raíz cúbica de la bisectriz de Pi al cuadrado y en la intersección de las dos curvas, justo ahí, clavas la aguja… sin miedo. (Fue algo parecido, palabrita del niño Jesús).
Creo que miró a mi marido y debió de verle la cara blanca, porque al girarme vi cómo rebuscaba en la mesa donde tiene su material médico.
– ¡No te preocupes, que esto lo vamos a solucionar! Mira te voy a dibujar aquí…
Y empecé a sentir una punta metálica haciendo circulitos… Sí, sí… Ahí mismo dónde os estáis imaginando. ¡Me estaba dibujando una diana en el trasero, con un Bic azul!
– ¡Ea, ya está! Procura que no se borre y tú ya sabes lo que te he explicado… ¡Sin miedo! Mira, llévate esta jeringuilla y esta aguja y te ahorras comprarla.
Un amor… Y simpático, sí que resultó ser. Aunque, ahora me río más que entonces.
Tengo que decir que mi marido se portó como un campeón. Me puso la inyección intramuscular y yo casi ni me enteré. Pero el pobre pasó un mal rato y tuvo sentimiento de culpa una semana, por haberme clavado aquella aguja del demonio.
Los folis crecieron y la punción fue extraordinariamente bien… 16 folis, 15 ovocitos. Así que Dr. M sabía lo que se hacía.
Pero, yo me pregunto… ¿Cuántas de vosotras habéis salido de la consulta del ginecólogo con una diana pintada en el culo?
No me digáis que soy la única, por favor. 😅🙏🏻🙏🏻🙏🏻
Gracias por leerme y por todas las cosas bonitas que me decís.
Un besazo enorme a todas y a seguir luchando, campeonas. ¡Vamos a llenar este año de positivos! 💕💕💕💕💕💪🏻💪🏻💪🏻💪🏻💪🏻😘😘😘😘😘