Eva y la Noria Diabólica

Mis queridas amigas guerreras:

Como algunas de vosotras ya sabéis, el cenizo ha vuelto a posar sus ojos sobre mí. Sí, han vuelto a cancelarme sin ni siquiera haber llegado a comenzar. Pero, dejadme que os cuente las cosas con cierto orden cronológico:

Era el día 3 de Junio, cuando me planté en la consulta de Maxibon. Ya le había explicado que quería retomar los tratamientos y a él pareció alegrarle la idea de que no tirara la toalla. Me había mandado diez días de estrógenos, supongo que para ver cómo reaccionaba mi endometrio… si seguía hecho un churro o se había convertido en una rosa primorosa.

Nada más entrar en la consulta, pasamos directamente al cotarro, porque mi gine no es de andarse con tonterías. Y allí, delante del ecógrafo, Maxibon sonrió como sólo un Dios preñador puede hacerlo… la eco estaba perfecta. No había ni un pero. Tan sólo tenía que esperar a la regla para poder iniciar.

Y ahí empezó el calvario, porque la regla no bajaba y yo cada día me ponía más nerviosita. Ya habían pasado al menos dos semanas y la posibilidad de haberme quedado menopáusica para los restos, rondaba mi cabeza insistentemente.

Las que me seguís por Twitter sabéis que lo intenté todo:

Probé primero con lo infalible: un test de embarazo, que obviamente salió más blanco que si lo hubiese lavado con lejía Conejo. Por todas es sabido, que una infértil con fallos de implantación, sólo tiene que hacerse un test para recibir la visita de su menstruación, en un tiempo inversamente proporcional al coste del mismo. Un Clearblue garantiza la bajada en menos de 24 horas. Sin embargo, como sabiamente os imaginaréis, no surtió efecto.

También me atreví con un bikini blanco, pese a que mis lorzas no son para lucirlas… porque el blanco y la regla son como imanes de polaridad opuesta. Me bañé en la piscina (de plástico hinchable… no vayáis a imaginarme haciendo largos como una sirenita). Incluso me tomé una copitas de vino y utilicé a mariduchi como “desatascador” de emergencia.  El pobrecito mío, evidentemente, estaba presto a ayudarme las veces que hiciera falta, pero no… tampoco funcionó.

Y con esas y el consejo de una buena amiga doctora, que me dijo que no estaba exagerando si le escribía al Dr. Buenorro, le planté un WhatsApp al Preñator y, al día siguiente, ya tenía cita en su consulta.

Y así, amaneció el día 20 de Junio, y volví a arreglarme para la ocasión como si ni hubiese Covid, ni tuviera que llevar mascarilla. Sí, me pinté los morritos de nuevo… lo confieso. Esta vez fui sola, porque mariduchi trabajaba. Pasé, como siempre, directamente al potro. Y allí, despatarrada con el mismo glamour que Falete tirándose a la piscina, observé por el rabillo del ojo una sombra negra del tamaño de un melón de Villaconejos. Que sí, que mi gine tenía puesto el zoom, pero aquello no era normal y los dos lo sabíamos. Se lo dije yo, porque ya le he hecho pasar demasiados malos ratos al muchacho…

– Ya nos ha saltado un folículo…

Y sí, efectivamente, mi cuerpo se había puesto a ovular como si no hubiese un mañana, como si esos óvulos de chichinabo fueran a servir para algo…

Mi ginecólogo, que es un amor y muy resolutivo, me mandó un chutazo de Progevera para adelantar la regla:

– Te tomas dos pastillas hoy, dos mañana y dos pasado… y el día 25 te vienes por aquí a eso de las 14:30h

– ¿El 25? ¡Anda, qué casualidad! Es mi cumple… – Dije con la candidez de una colegiala.

– ¿No me digas? ¡Señales…! – Comentó mi gine, siempre dispuesto a subirme el ánimo.

En ese momento, una alarmita sonó en mi interior, porque en 12 años he visto más señales que la antena del Meteosat. Mejor centrarnos de nuevo en la Progevera.

– Me has dicho dos al día, ¿verdad?

Salí de allí convencida de que iba a ver a Maxibon por mi cumple y a la regla bastante antes. Otro pequeño retraso, pero un buen regalo de cumpleaños. Hasta fantaseé con llevarle a mi gine un trocito de tarta. Pero, lo cierto es que, cuanto más cerca estaba el día de la cita, menos molestias de regla tenía.

El 25 de Junio, con 43 años recién estrenados y mi cita anulada, no fue el mejor de mis cumpleaños, pero la consigna era avisar a mi ginecólogo cuando me bajara la regla, y aún conservaba un resquicio de esperanzas.

El 28, que era domingo, yo retozaba plácidamente en la cama, ajena a lo que se me venía encima. Un mensajillo sonó en mi móvil y me hice la remolona.

Cogí el teléfono, un cuarto de hora después, y me desperté de golpe al ver, impreso en la pantalla, el nombre de mi ginecólogo.

Me preguntaba por la regla y por la posibilidad de hablar por teléfono un poco más tarde. Como os podéis imaginar, a mí siempre me viene divinamente que me llame, a cualquier hora del día o de la noche… Yo, porque soy un caso perdido, pero estoy segura de que este hombre preña hasta por vía telefónica.

Inocente de mí, no caí en cuál podía ser el motivo de una llamada en domingo. Mariduchi sí, porque su cerebro no se ve afectado por los influjos preñadores de “Maxibon de vainilla cookies”… y aunque, me lo advirtió, yo no me lo quise creer.

La llamada fue rápida y precisa. Igualita que la del año anterior, en el que también me pasó lo mismo mismito.

El muchacho se coge quince días de vacaciones y había estado esperando a última hora, por si me bajaba y se ahorraba darme el disgusto de que no iba a dar tiempo de preparar mi endometrio. Pero, mi regla qué iba a bajar, pudiendo amargarme la vida…

La innombrable apareció dos días después, cuando ya no había manera de que cuadraran las cuentas.

Y así, entre un marroncete y otro, hemos pasado de una posible transferencia en mayo, luego en junio, más tarde en julio… a que ya nos vemos en agosto con regla. ¡Con regla! Si la muy insensata se digna a aparecer a tiempo, y si no hay quistes ni nada que interfiera en el paisaje. Visto el plan, y aunque de nuevo me ha recetado Progevera, me temo que estoy pidiendo un milagro.

Hay quien compara la infertilidad con una montaña rusa, y me parece un muy buen símil. Sin embargo, mi historia infértil es una noria que no avanza a ningún lado, que constantemente se ve frenada contra su voluntad. Y, mientras, subida en ella, veo pasar el tiempo sin poder avanzar. A veces, las menos, estoy arriba, tratando de atrapar el arcoíris entre mis dedos. Un arcoíris que está demasiado alto y que no puedo ni soñar con tocar. Aquí abajo, donde paso la mayor parte del tiempo, las nubes, densas y pesadas, generan la humedad que empaña mi rostro y me impide respirar. Desde este lugar, no alcanzo a ver más allá de los barrotes de mi pequeña jaula destartalada. Los barrotes de una noria diabólica que me tiene atrapada, paralizada… dándome esperanzas y quitándomelas un segundo después. Entiendo que hay problemas más importantes que el mío y sufrimientos mayores, pero he entrado en una dinámica que podría calificarse de tortura emocional.

Ahora me queda un mes completo hasta mi próxima cita y me han vuelto a dar una futura fecha de transferencia. Y yo, ya no quiero que me hablen de fechas que no se cumplen. Intento mantenerme a flote en el día de hoy. Sin mirar al pasado ni al futuro. Las fuerzas se me acabaron hace tiempo, y es mariduchi quien me ayuda a seguir y me presta sus fuerzas para continuar. Sin él, hace tiempo que me habría bajado de esta noria del demonio y negado a seguir buscando el arcoíris.

Puede que tenga muy mala suerte con la infertilidad, pero os aseguro que, las personas que me rodean, hacen que me sienta una auténtica afortunada. Y entre esas personas estáis vosotras, mis valientes guerreras.

Que el mes de Julio venga cargado de arcoíris,  betas positivas, caminos retomados y de muchísimas alegrías. A las que aún esperáis, os mando el mayor de los ánimos, envuelto en un abrazo gigante.

Os quiero mucho, pandy mía, y siempre os llevo en mi corazón ❤️❤️🤗🤗

6 comentarios en “Eva y la Noria Diabólica”

  1. Hola, acabo de descubrir el blog , buscando en internet sobre infertilidad.
    No me puedo sentir más identificada con lo escribes en esta entrada. Me ha ayudado mucho leerte en este momento.

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    1. ¡Hola, Esther!

      Intuyo lo que estas viviendo y no puedo más que desearte que puedas avanzar en el camino hacia tu pequeño/a cuanto antes. Los obstáculos, cuando son reiterados, se convierten prácticamente en una tortura y nos llenan de frustración e impotencia.
      Te invito, si no lo haces ya, a que nos busques en Twitter a través del hashtag #Infertilpandy. Allí nos reunimos miles de personas infértiles y nos damos apoyo en los momentos más difíciles. A mí me ha ayudado, muchas veces, a sentirme comprendida y acompañada en el camino. Ojalá pronto me digas, por aquí o por Twitter, que pudiste continuar y lo conseguiste.
      Muchísimas gracias por tu comentario, preciosa.
      Te mando un abrazo lleno de buenas energías, para que pronto te bajes de esa noria y cojas un tren directo hacia tu arcoiris ❤️❤️❤️🤗🤗😘😘😘

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    1. ¡Mil gracias, Eva! Tus palabras hacen que merezca la pena seguir escribiendo.
      Un abrazo muy muy grande ❤️❤️🤗🤗🤗

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  2. Me encanta leerte, siempre, Porque eres auténtica, porque leo y me veo muchas veces reflejada en tus palabras. Gracias por compartir con mostraos tu mundo interior.

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    1. ¡Qué cosas tan bonitas me dices, Martha! Gracias a ti, por leerme y por todo lo que haces por nosotras. Eres un amor de persona. Te quiero mucho, amiga mía 💗💗🤗🤗😘😘

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